jueves, 9 de junio de 2011

EL GALLO DE LA CATEDRAL



Había una vez un hombre muy rico que vivía como
príncipe. Muy por la mañana comía el desayuno.
-¿No se toma el desayuno?
-Sí, pero este señor comía el desayuno. Pues, le servían

Una gran taza de leche "postrera'', con gotas de algún
licor, un plato de lomo fino, bien asado, papas enteras, huevos fritos y una taza de chocolate,

Con pan de huevo y queso de Cayambe.
-¡más que almuerzo!


-Así es. Barriga .llena, corazón contento, don Ramón
gozaba de la vida. Después del desayuno- dormía la siesta-. A
la tarde, oloroso a perfume, salía a la calle. Bajaba a la Plaza
Grande. Se paraba delante del gallo de La Catedral. Burlándose le decía:



-¡Qué gallito! ¡Qué disparate de gallito!,
-Luego don Ramón seguía por la bajada de Santa Catalina

Entraba en la tienda de la señora Mariana, allí se quedaba hasta  la noche. Cuando regresaba a su casa, don Ramón ya estaba coloradito. Había tomado algunas botellitas de algún licor, 

Entonces gritaba:
- ¡para  mí no hay gallitos que valgan! ¡Ni el gallo de la Catedral!
-¡Don Ramón se creía el mejor gallito del mundo! 

Una vez, había tomado más licor que de costumbre, al pasar por el atrio de La Catedral,
Volvió a desafiar al gallo:

- Qué tontera de gallito ¡No hago caso ni al gallo de La Catedral!


-En ese momento se volvió más oscura la noche. Sintió que una espuela enorme.
Le rasgaba las piernas, cayó herido el gallito le sujetaba y
no le dejaba moverse. Un sudor frio corría por el cuerpo
de don Ramón. Creía que le había llegado el momento de morir. En eso oyó una voz
que le decía:


-¡Prométeme que no volverás
a tomar licor!
-¡lo prometo! ¡Ni siquiera beberé agua!
 -¡Prométeme que nunca jamás volverás a insultarme
-lo prometo! ¡Ni siquiera te nombraré!

-¡levántate, hombre!
¡Pobre de ti no cumples tu palabra de honor!


- Muchas gracias por tu perdón, gallito.
-Conseguido lo que esperaba, el gallito regresó a supuesto.


-¿Cómo pudo bajar de la torre si ese gallo es de fierro?
-ya pueden imaginarse lo que sucedió.
Los amigos de don Ramón le jugaron una broma. Para quitarle el vicio del
Licor, le dieron un gran susto. Desmayado en el suelo,
El soñó que el gallo de La Catedral lo mataba. Esa es la verdad.

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