viernes, 10 de junio de 2011

LOS GIGANTES DE SUMPA


Tumbe, el primer jefe de la tierra de Sumpa (Cabo de Santa Elena), fue querido y res­petado por su bondad y sabiduría. Tenía Tumbe dos hijos: Quitumbe  y Otoya; el prime­ro se parecía a su padre, no así Otoya que era cobarde, ocioso y malo.
Tumbe, además de gobernar su pueblo, continuamente iba con sus guerreros para conquistar nuevas tierras: pero cierta vez un grupo de sus hombres más valientes se fue muy lejos y no regresó jamás. Tanta pena causó a Tumbe que cada día fue debili­tándose y sintiéndose cercano a la muerte. Llamó a sus dos hijos y después de darles sabios consejos, acerca del gobierno de su pueblo, les encargó que buscaran a los guerreros desaparecidos y que no se olvidaran de buscar nuevas tierras.
Al morir su padre, Quitumbe  se dio cuenta que era imposible gobernar y tener tratos con Otoya, por lo que una madrugada él con sus fieles vasallos partieron hacia el Sur, siguiendo la Costa.
En todo el camino nada supieron de los guerreros desaparecidos, pero pronto descu­brieron un hermoso valle donde se fundó una ciudad a la cual llamó Túmbez  en honor de su padre. Era tan hermoso el lugar que decidieron vivir en él.
Otoya, contento por haberse quedado solo a gobernar la tierra de Sumpa y sin tener quien le impida, empezó a cometer toda clase de maldades.
Un día, se vio que por el océano se acercaban unas extrañas sombras. Todo el mundo corrió a la playa para averiguar de qué se trataba y vieron que eran unas embarcacio­nes muy grandes parecidas a las balsas; en ellas venían unos seres enormes que me­dían casi seis metros de altura. Al ver esto, los indios corrieron espantados gritando: ¡Los gigantes! ¡Vienen los gigantes!
En efecto, estos gigantes se apoderaron de Sumpa y se hicieron dueños de todas sus tierras, apresaron a Otoya y comenzaron a reinar ellos.
Los pobres habitantes cada día más desesperados no sabían qué hacer, pues los gigan­tes eran peores que Otoya y recorrían el país cometiendo toda clase de crímenes. Cierto día, mientras estos se divertían quemando las cosechas, vieron caminar sobre las aguas a Un apuesto joven que, rápido como el viento, templó el arco y empezó a disparar flechas de fuego sobre los terribles gigantes; pronto estos ardían en llamas y quedaban reducidos a cenizas. Luego, el misterioso joven habló a los habitantes de Sumpa, diciéndoles que era un enviado del padre Sol, que pronto la prosperidad reinaría, sobre Sumpa y que tendrían paz y buenos gobernantes.

1 comentario:

  1. ¿Hace cuanto tiempo sucedió de estos gigantes y como saben la historia de ellos?

    ResponderEliminar