viernes, 10 de junio de 2011

ULTIMO ENSUEÑO DE MANUELITA


Cuenta la Sra. Laura Pérez de Oleas que Manuelita
Sáenz estaba agonizando. Llenos de fiebre, sus enormes
ojos negros vieron un lucero errante. 

La enferma imagino que era el alma de Bolívar diciéndole:
-Manuelita, toma esta corona de rosas; Es la misma
que tú me arrojaste desde un balcón aquella mañana de mí
triunfal entrada a Quito. ¿Recuerdas?
-¡Bolívar!. . . ¡Bolívar!
 -exclamó la moribunda, extendiéndole los brazos.
¿Dices que estoy hermosa con este
vestido blanco y los colores de la Libertad?
-Sí, Libertadora –respondió el alma de Bolívar.
Tú fuiste la dueña de mi vida. Tú me salvaste de la muerte,
en la noche septembrina. Dame tus manos y vamos juntos
a la cumbre de la inmortalidad.
Entonces Manuelita quiso levantarse, mas no pudo
Sino
Gritaba angustiada no te vayas! ¡No te separes de mí!
-Amada mía -contestó
el eco lejano de Bolívar.
Cierra bien tus ojos y sígueme: tú coronada de rosas y espinas;
yo, de laureles y cardos,
En vano trató Manuelita de correr hacia la sombra de
su amado, pues hallábase paralítica y agonizante. En medio
del amargo llanto, volvió a escuchar:
-Mi Manuelita. .. en vida estuvimos atados por el
Amor; en la Muerte nos unirá la Gloria...
-¡No te vayas!. .. ¡No te vayas, por Dios!... ¡Vuelve a mis brazos, amor mío!
 clamaba Manuelita.
Semejante súplica fue oída por la sirvienta mulata,
Quien, suponiendo que la llamaba, se acercó de inmediato.
-No es a ti, Imaya. Es a Bolívar... ¿No lo viste salir de aquí?
le respondió Manuelita muy molesta.
-No, mi niña. No he visto salir al amo militar, Niña;
la fiebre le hace desvariar.
Es así como, a la hora de la muerte, la Libertadora
del Libertador tuvo junto a sí el espíritu de quien expresó:
He arado en el mar y cosechado en el viento. También es
así como detrás de un hombre ilustre está una gran mujer.
Cuando las campanas de la capilla vecina daban las
seis de la tarde, murió Manuelita en Paita, en 1856.

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